El viaje que me cambió (y no era el que esperaba)

 No fue el más largo, ni el más exótico. Pero me hizo volver distinto. Más que un destino, fue un espejo.

 Hay viajes que planeas durante meses y terminan siendo… eso, solo viajes. Y hay otros que tomas sin expectativas, sin presión, casi por impulso… y te transforman.

A mí me pasó con un destino que jamás pensé que me marcaría tanto: Eslovenia.
No era parte de un sueño, ni estaba en mis listas. Pero fue ahí donde algo dentro de mí cambió para siempre.



🧳 La decisión improvisada

Tenía tiempo, un billete barato y muchas dudas personales. Quería moverme, sin saber muy bien por qué. Y en ese estado de búsqueda difusa, llegué a Liubliana. No sabía qué esperar.
Y tal vez por eso, estaba más abierto a lo que viniera.



🌿 El silencio que necesitaba

Venía de meses de ruido: laboral, mental, emocional.
Y Eslovenia fue… calma. Caminatas entre lagos, pueblos pequeños, árboles que no se apuraban.
Ahí entendí algo: no necesitaba aventuras. Necesitaba paz.
Y ese viaje me la dio, no en forma de eventos, sino de espacios donde pude escucharme.



🌥️ Una conversación con un desconocido

En Bled, un señor mayor me vio solo y se sentó a hablar conmigo. No fue una charla épica. Pero me dijo algo que aún recuerdo:
“A veces, no hay que entenderlo todo. Solo dejar que pase.”
Y eso fue lo que hice: dejar que el viaje me ocurriera. Sin forzar. Sin buscar.



📖 Lo que me traje de vuelta

No compré recuerdos. No hice las mejores fotos.
Pero volví más liviano. Más claro. Más yo.
Y entendí que a veces no es el lugar lo que te cambia… es el espacio que te da para que cambies tú.



No fue el viaje más emocionante, ni el más lejano.
Pero fue el que más me transformó.
Y por eso, cuando me preguntan cuál ha sido “el mejor”, nunca hablo de playas ni de templos.
Hablo de Eslovenia. De mí. Y de ese viaje inesperado… que me enseñó que a veces, el destino correcto no es el que brilla, sino el que te deja respirar.

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