Las veces que fui extranjero… y me sentí en casa

 Porque hay momentos en los que, sin saber por qué, un lugar te acoge como si siempre hubieras pertenecido allí.

Ser extranjero puede ser incómodo. No entiendes el idioma, no conoces las costumbres, no sabes moverte con soltura.
Pero hay momentos —raros, mágicos, profundos— en los que, por alguna razón, el mundo deja de tratarte como visitante y empieza a abrazarte como uno más.
Y eso, para mí, es uno de los regalos más grandes de viajar.



🪑 Una silla libre en una plaza de Cracovia

Me senté solo, a leer. Un grupo de personas mayores jugaba a las cartas cerca. Uno de ellos me miró, sonrió y me arrimó una silla.
No hablamos. Solo estuve allí, con ellos, sin pertenecer… y al mismo tiempo, sí.
Ese día no fui turista. Fui humano entre humanos.



🍽️ Una comida familiar en Medellín

Conocí a una chica en un café. Me invitó a almorzar a casa de su abuela.
La mesa era grande, la comida abundante, las risas contagiosas.
Nadie me preguntó de dónde era. Solo me pasaban pan, historias y cariño.
Me sentí acogido de una forma que no se enseña. Se transmite.



🏠 Una casa en las afueras de Kyoto

Mi anfitriona de Airbnb me recibió con sopa caliente.
Cada noche me dejaba una nota con una palabra japonesa nueva y su significado.
Cuando me fui, me regaló un pequeño amuleto. No entendía su idioma, pero entendí su gesto. Y su afecto.



🎶 Una canción compartida en Lisboa

Un hombre cantaba fado en la calle. Me detuve. Cantaba con los ojos cerrados.
Cuando terminó, me miró y dijo: “Essa foi para você.”
Nunca nos habíamos visto. Pero por un momento, fui parte de su historia.



🚌 Una parada de bus en Kerala

Llovía. Me acerqué buscando refugio. Una señora me cubrió con su paraguas sin decir palabra.
Luego me ofreció una banana.
Nunca supe su nombre. Pero ese gesto me hizo sentir que estaba donde debía estar.



🤍 Conclusión: a veces, no perteneces a un lugar… pero el lugar te pertenece a ti, por un rato

Viajar te enseña que el hogar no siempre tiene paredes.
Que la hospitalidad real no necesita idiomas.
Y que hay rincones del mundo donde no necesitas entender… solo dejarte acoger.

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