¿De qué huyo cuando viajo? Una reflexión incómoda
A veces no viajamos para encontrarnos… sino para dejar de sentir lo que sentimos cuando estamos quietos.
Viajar es maravilloso. Sí. Pero también puede convertirse —sin darnos cuenta— en una forma elegante de huida.
Lo empecé a notar cuando, cada vez que algo me dolía, compraba un billete. Cuando no sabía qué hacer con una emoción, buscaba un nuevo destino.
Y ahí me pregunté: ¿estoy viajando por curiosidad… o por necesidad de escapar?
🏃♂️ El movimiento como anestesia
Cuando estás viajando, todo cambia constantemente. No hay tiempo para sentarse a pensar mucho.
Vas del tren al hostal, del museo al mercado. Cada día es nuevo.
Y eso es hermoso… pero también es una forma de evitar enfrentarte a lo que te pesa.
🔁 El patrón que se repite
Viajar después de una ruptura.
Viajar cuando me siento perdido.
Viajar cuando no sé qué quiero.
Empecé a ver el patrón: cada vez que algo me dolía, yo me iba.
Y sí, el viaje me aliviaba… pero no me resolvía.
🪞 Lo incómodo: cuando te alcanzas a ti mismo
Hay un momento, a mitad del camino, en el que el paisaje ya no distrae.
Y ahí estás tú.
Con tus preguntas. Con tu tristeza. Con tu vacío disfrazado de aventura.
Y te das cuenta de que, por más que cambies de lugar, no puedes irte de ti.
🌱 Viajar también puede ser una forma de volver
No todo viaje es huida. A veces, es sanación.
Pero para eso, hay que mirar adentro mientras estás fuera.
Preguntarte por qué estás ahí. Qué necesitas realmente.
Y permitirte sentir, no solo moverte.
✅ Hoy viajo distinto
Sigo viajando. Porque lo amo.
Pero ya no uso el billete como escapatoria.
Si viajo, que sea para conectar, no para distraer.
Y si me voy, que sea con intención… no con urgencia.
Viajar no tiene que ser perfecto.
Pero merece ser honesto.
Y si alguna vez tú también te has preguntado si estás huyendo…
Te abrazo. Porque a veces, reconocerse es el primer destino.