Desde Salamanca al mundo: lo que aprendí viajando… empezando por mi ciudad
A veces, para entender lo que te mueve por dentro, primero tienes que caminar por donde naciste.
Salamanca me enseñó a mirar. Antes de volar lejos, caminé muchas veces por la Rúa Mayor, me senté en la Plaza, leí en el Huerto de Calixto y Melibea y esperé atardeceres junto al Tormes.
Y no lo sabía entonces, pero mi forma de viajar empezó aquí, entre piedras doradas y cafés lentos.
🏛️ Salamanca me enseñó que cada lugar tiene alma
Mucho antes de ver templos en Asia o calles en Lisboa, aprendí a leer las ciudades como si fueran personas.
Salamanca no habla fuerte, pero dice mucho. Está llena de silencios inteligentes, de historias bajo los adoquines, de estudiantes de mil acentos.
Eso me enseñó a prestar atención allá donde voy. A no mirar solo lo que brilla.
🌍 Viajando desde Salamanca, descubrí lo que quiero buscar en el mundo
No busco la foto perfecta. Busco la sensación de “esto me está pasando de verdad”.
Y esa sensación ya la tuve en mi ciudad muchas veces: al cruzarme con un grupo de Erasmus riendo en cinco idiomas, o al escuchar música clásica salir de una ventana de la Facultad de Filología.
Salamanca me entrenó para encontrar lo especial en lo cotidiano.
✈️ Desde aquí, los viajes no se sienten como huida… sino como continuación
Viajar no es dejar atrás tu ciudad. Es llevarla contigo.
Yo siempre llevo un poco de Salamanca en la forma en que camino, en cómo hablo, en la pausa con la que miro.
Y cuando alguien me pregunta de dónde soy, lo digo con una mezcla de orgullo y ternura:
“De Salamanca. Una ciudad que parece pequeña, pero guarda mundos.”
🧳 Porque la verdadera viajateca empieza en casa
Antes de abrir un mapa, abre la puerta de tu ciudad.
Mira como si nunca hubieras estado. Pregunta. Escucha.
Y entonces, cuando salgas al mundo, sabrás mirar con ojos nuevos.